El crimen organizado es un fenómeno global, que compite con el Estado en lo político y lo económico. Crea un orden paralelo de mando y enriquecimiento, al margen de la ley.
Invierte dinero en economías abiertas para disfrazar su origen ilícito. Diversifica en drogas de todo tipo, tráfico de armas y de personas, falsificación de productos de marca, prostitución, pornografía, explotación ilegal de recursos naturales y especies animales. Imaginen un grupo económico, pero ilegal.
Necesita penetrar al Estado y a las agencias en todos sus niveles, para asegurar que las instituciones no van a afectar su funcionamiento.
El Estado yerra profundamente cuando apuesta sólo al aumento de penas, porque no les disuade de cometer nuevos delitos. Si van presos, a menudo siguen el negocio desde la cárcel.
Es inútil dar mayor poder de fuego a la policía, si no va acompañado de formación y por sobre todo recopilación, intercambio y análisis de información. ¿Será viable todavía el esquema de dos entidades dedicadas a la misma tarea?
El fenómeno se desplaza por todo el territorio. Fiscalías actuando de manera local, separada y regional, permiten, por ejemplo, que un mismo sujeto entre y salga del sistema, sin que su perfil criminógeno sea advertido. Cualquier fiscal no puede dedicarse a crimen organizado, no es como investigar un hurto en tienda para la estadística.
Cuando la clase política hace del crimen organizado una guerrilla contra el otro, fortalece la posición de quienes necesitan la inactividad del Estado para crecer. Es un parásito que durante la crisis, observa y recluta a quienes están en posiciones de poder. Se nutre del “dividir para reinar” y no reconoce militancia en partidos.
Así, en la disputa por el quien gobierna, se unió otro actor, que no tiene bandera partidista y que no le interesan las reglas del juego democrático. El crimen organizado es una amenaza permanente, más allá de las alternancias en el poder.
Porque en el narco estado, el crimen organizado administra el poder y gobierna por el miedo. El sistema democrático pierde legitimidad de ejercicio, no hay Estado de Derecho. Las personas están expuestas a variados delitos como homicidios, secuestros, violaciones, desapariciones y desplazamientos forzados.
Hoy podría estar gobernando la oposición y la situación no sería mejor, son muchos años de una lenta y silenciosa evolución, bajo la inadvertencia de todos. La responsabilidad es transversal y colectiva.
Para evitar esta realidad, el Estado debe coordinar en varios frentes: inmigración, análisis financiero, aduanas, investigación penal, prisiones, rol de policías, cooperación internacional, actividad legislativa entre otros. La clave está en recursos bien invertidos, protocolos y mucho compliance.
El repudio ciudadano a la violencia y la cooperación de las fuerzas políticas, nos demuestra que a diferencia de otras experiencias comparadas, aún estamos a tiempo de mejorar.