En el antiguo sistema penal ibas al tribunal, podías ser un abogado recién egresado, pero igual te atendían. Recuerdo cuando preguntabas si el actuario que llevaba la causa estaba ocupado. Si así era, volvías más tarde, excepto el lunes en el juzgado de turno y a veces el martes por la “cola del turno”, el resto de la semana, no había problema.
Como olvidar cuando al menos una vez a la semana, dejabas al actuario la lista de las causas para revisar y al día siguiente estaban a todas separadas. Te sentabas en alguna mesa desocupada y hacías tu trabajo, incluso podías comentar con el actuario, alguna diligencia pendiente u otra que considerabas necesario.
Por supuesto no había sistema computacional y las causas estaban al día en la información. A punta de hilo de volantín y agujas de coser sacos. ¿Pueden creerlo? Así era.
Nada de estas costumbres estaban en los códigos, eran la proyección de buena y sana convivencia. Sabíamos que para que el sistema funcionara, había que ser más bien pragmáticos y sencillos.
¿Los jueces? Uno para cada Tribunal. Investigaban y dictaban sentencia. ¿El trato? No tengo quejas. Si querías una audiencia, por lo general te la daban de inmediato, ahi mismo, en el mesón.
Luego vino la reforma. El discurso monopolizado por académicos, demostró que se debía separar la investigación del juzgamiento. Hubo múltiples consideraciones del debido proceso y tenían razón. En cuanto a la investigación, debía ser más rápida y eficiente; la víctima sería acogida; las agencias estatales, policías y servicio médico legal entre otros harían mejor su trabajo, entre otras razones porque entre el investigador y las agencias habría línea directa. Esas eran las ruedas del nuevo sistema, un Ferrari.
Muchos corrimos a hacer los cursos y nos enrolamos en las nuevas instituciones. Por mi parte, fui Defensor Penal Público ocho años. Aprendí, me entretuve, ejercí intensamente y si volviera a nacer haría el mismo camino. Han pasado los años, sigo en el sistema, esta vez en el ejercicio libre.
Hablemos de la peor falencia actual, la etapa de investigación.
Son veintidós años de reforma. La investigación esta lejos de ser más rápida y eficiente, la víctima no es realmente acogida en la investigación; las agencias estatales, lease policías o Servicio Médico Legal, no han mejorado su trabajo y los investigadores tampoco tienen línea directa con las policías. Como siempre, salvo honrosas excepciones.
En la reforma procesal penal, se invirtieron miles de millones de pesos. Claramente fue, entre otras razones, para que el proceso de investigación funcionara mejor.
Es abril de 2022 y al Ferrari se le han desinflado las ruedas. Y no creo que sea lógico asilarse en los problemas derivados del estallido social o de la pandemia. Los nudos críticos de la investigación son otros, quizá las formas de trabajo, la falta de recursos, la preparación de algunos intervinientes y las agencias estatales.
En muchos aspectos, eran más eficientes el hilo de volantín y la aguja de coser sacos, y eso es humillante para el Ferrari, que necesita urgente un poco más de aire en las ruedas
(Foto: El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella)