Como consecuencia de la pandemia comenzamos a usar zoom. Se produjo una pausa de los juicios orales presenciales, por lo que durante un largo tiempo no fue posible continuar con los juzgamientos, hasta que finalmente optamos por la videoconferencia.
Recordemos que hubo un proceso de aprendizaje. Pero la multiplicidad de rostros a través de la pantalla, no permitía distinguir entre los distintos intervinientes, a cualquier persona que inadvertidamente se conectara al Tribunal, pero eso no es lo más complicado.
La oralidad y la inmediación son principios fundamentales del debido proceso, que se puede ver afectado, cuando hacemos juicios a través de videoconferencia.
Estos son algunos problemas que se presentaron tras la nueva modalidad:
- Los jueces necesitan ver a quien declara, ya sean los testigos, peritos o imputados. Apreciar el lenguaje gestual implica tener una aproximación a la prueba que les permite discernir qué tan creíble es una persona. No necesitas ser Paul Ekman, para concluir si el testimonio de la persona es fiable.
- El juicio es público. Es requisito esencial de un Estado de derecho, que las puertas del Tribunal estén abiertas, para todo aquel que ordenadamente quiera enterarse de la forma como se ejerce justicia. Al menos para mi, es un requisito de legitimidad que hemos rendido por la pandemia.
- El juicio debe realizarse en condiciones que permitan la interacción de los intervinientes. Muchas veces me comunicaba verbalmente o mediante señas con mi contraparte, cuando era necesario revisar, aclarar o reprogramar algún aspecto del juicio, para mayor orden o fluidez, este ejercicio es imposible de realizar por videoconferencia
- Sin duda que la videoconferencia quita toda posibilidad al tribunal, de controlar si quien declara está siendo asistido o no por terceros. No basta con hacer un paneo. Esto último puede ser lesivo a la intimidad, si el testigo está en su casa, por ejemplo
- El defensor o el fiscal, pierden el control del testigo cuando declara tras una pantalla. No es posible trabajar ni con lenguaje gestual ni con inflexiones de voz, todo lo cual quita importantes herramientas instrumentales a los objetivos del interrogatorio.
- El defensor no puede comunicarse con el imputado durante el juicio. Si la víctima asiste, tampoco podrá interactuar con el querellante. El juicio es un acto de comunicación, donde la información fluye desde los intervinientes al Tribunal. Se va perfeccionando en juicio, con la interacción de los letrados.
- No es posible ejecutar correctamente las técnicas de refrescar memoria, demostrar o superar contradicciones mediante declaraciones anteriores del testigo. No existe la secuencia de mostrar primero el texto subrayado a la contraparte y luego al testigo, que puede leer en la pantalla de inmediato toda su declaración.
- Es complejo trabajar con elementos de prueba tales como una maqueta, un mapa, detalles de fotografías, con la inmediación que otorga la presencialidad, haciendo particularmente difícil esta tarea, sobre todo en los contraexamenes.
- Es imposible trabajar en el juicio con evidencia tales como armas de fuego, proyectiles, armas blancas, prendas de ropa y similares. El control de la cadena de custodia se hace particularmente difícil, y en otros casos imposible.
- En algunas ocasiones, la calidad de la conexión, especialmente cuando declaran personas desde lugares apartados, podría ser un obstáculo importante para la celeridad y oportunidad del juicio
Por otro lado, creo que pueden realizarse audiencias de cierre, de formalización por delitos no complejos, discusiones sobre la mantención de penas sustitutivas y otras similares de forma online sin que se afecte el debido proceso.
No veo tampoco problemas en que los alegatos ante las Cortes se hagan a través de esta modalidad ya que se ha evidenciado que la videoconferencia en muchos casos evita traslados que repercuten en pérdidas de tiempo, y hace eficiente el trabajo en algunos eventos.
Pero el juicio oral, debiera ser siempre presencial.