Ha sido otro fin de semana encerrados, esta vez en cuarentena permanente y por primera vez siento terriblemente el peso de no salir a la calle. He preferido no ver noticias en televisión, pero uno se entera igual que siguen las fiestas clandestinas.
En el colmo de la miseria humana han culpado a un gato, que según los imputados, quería celebrar su cumpleaños. He pasado algunos minutos del fin de semana, imaginando que diría el gato, si éste pudiera hablar, claro.
Y he visto una playa del norte, llena de quitasoles y gente sin sombrilla. Cuando escribo esto, me entero que hubo carreras de caballos clandestinas a unos cuantos kilómetros de Concepción.
Lo leí en twitter.
Creo que el comportamiento del virus es imprevisible. No me trago lo de las primeras y segundas olas, el COVID-19 es extraordinariamente agresivo y mientras no estemos vacunados en un 70% de la población, todo irá de mal en peor.
Mientras tanto, parece que la única respuesta posible, es el castigo del Estado.
Razones para castigar
En la historia de la humanidad, comenzamos con el «ojo por ojo diente por diente». Equivale a decir que debemos castigar en la misma proporción del mal causado, como retribución de lo ejecutado. Otros más optimistas entre los que no me cuento, dicen que el castigo es terapéutico para el que lo recibe, quien no va a volver a delinquir. Algunos dicen que la pena le dice a la comunidad que no debe actuar como el castigado e impide que otros le imiten.
Esas son en palabras sencillas, las principales teorías de la pena.
Yo creo que cuando el Estado castiga, simplemente reafirma que la norma está vigente. Puede ser algo modesta en objetivos, pero a mi me convence, así es como funciona, según entiendo.
Bueno, siempre habrá un grupo que propondrá que hay que matarlos a todos. Pero eso no es Derecho penal en un Estado democrático.
Como sin hubiera fallas de fábrica
Cuesta entender que cuando el mundo ha llegado a dos millones de muertos, todavía existan quienes creen que esto es un juego. Basta leer algunos testimonios de quienes han vuelto del infierno para comprender que el coronavirus es algo serio.
Hay algo indefinible que nos convierte en transgresores. Cuando fui Defensor Penal, tenía largas conversaciones con mis imputados, donde exploraba de manera respetuosa las razones por las cuales habían causado un mal a otro.
Había trastornos de personalidad, en que el sujeto simplemente no internalizaba que no debía dañar a otro; más de alguno no había tenido de niño quien le enseñara reglas. También defendí hurtos famélicos y legítimas defensas, lo que yo llamo transgresiones aparentes. Estaban los que eran inocentes y así lo probé en el tribunal. Cuando pienso en las razones para desobedecer a la ley, me imagino una baraja abierta sobre la mesa, con todas las cartas posibles.
Pero esto es distinto, porque la gente se expone y se muere.
El Derecho penal una vez más
Mi problema con el artículo 318 del Código Penal que castiga a los porfiados, ya no consiste en si se trata de un delito de peligro concreto o abstracto. Aunque mi opinión al respecto es pública.
Lo que me cuesta entender es otra cosa. Tiene que ver con la conducta. No necesitas saber que si te expones al virus te puedes morir. Es posible que se te acaben los permisos semanales y tengas que comprar urgentemente un remedio, o tu madre que vive lejos se siente enferma o debes ir de improviso al dentista, pero todo eso tiene explicaciones.
Pero armar la jarana y echarle la culpa a tu gato. Menos mal que la tontera no es un agravante.
Hay otra cuestión de fondo que me impacta profundamente. Tiene que ver con aquellos alegatos en contra del Estado, que no es suficientemente duro con los porfiados. Como si el Estado tuviera por función decirles a los adultos como deben comportarse para que no se mueran.
«Es incomprensible que el Estado no actúe con mayor dureza contra quienes se tiran bajo las ruedas de un auto.»
A veces el artículo 318 me suena como a «El que meta los dedos en el enchufe será penado con presidio menor en su grado mínimo a medio o multa de seis a doscientas unidades tributarias mensuales.»
Como si el Derecho penal, a veces simplemente castigara la estupidez humana.
2 comments On Por qué castigar a los porfiados
Sin duda alguna este post es NOTABLE!
Muchas gracias Sinai