Los abogados recordamos con cariño el momento expectante en el cual pisamos un tribunal por primera vez. Aquella vez, la noche anterior desempolvé mi corbata y ordené mi traje a los pies de la cama, también lustré los zapatos nuevos. Al otro día con paso aparentemente seguro y el corazón a mil, caminé hasta el edificio que albergaba los tribunales penales, civiles y la Corte de Apelaciones.
Ingresé al edificio, saludé al guardia con una
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